domingo, 15 de marzo de 2015

El venezolano en el exterior

La Expresión del Teenager


Johanna Villasmil
@johavillasmil

Ser venezolano no es tarea fácil, tienes que aguantar colas en el carro, en los supermercados y hasta en el teatro; tienes un salario que solo te permite responder “gracias, estoy es viendo”; tienes que realmente patear la calle para conseguir los artículos que necesitas; entre muchas otras cosas que de escribirlas se me acabarían los caracteres permitidos que se regulan porque tampoco hay papel.

Es por ello que muchos venezolanos han tomado la decisión de irse, en busca de una mejor calidad de vida o de experiencias y aprendizajes, como fue mi caso al irme durante tres meses a realizar unas pasantías en la Organización de Estados Americanos en Washington DC, Estados Unidos. Y la verdad es que ser un venezolano en el exterior es igual de complicado que serlo en nuestra nación.

Viajar siguiendo los lineamientos del Estado es caótico en todas sus fases, desde el momento de buscar el pasaje hasta cuando realizas la declaración jurada al cierre del mismo.

Si tienes la suerte de conseguir un pasaje, después viene el despertarse a las 5 de la mañana para ser el primero en la cola del banco, revisar veinte veces la carpeta de cadivi para que cuando llegues al banco te des cuenta que algo se te olvidó, correr a buscarlo para no perder la cola y volver para gastar todo el día en ello.

Lo primero que te enfrentas al salir del país es que nadie entiende lo que es cadivi, tratar de explicarlo es tan complicado como hacer la perfecta creme brulee, y es aún peor cuando intentas hacerlo en otro idioma. Los de otros países de Latinoamérica te responden “en mi país tampoco podemos comprar todos los dólares que queramos, solo mil diarios”, lo que te hace volver a la fase uno de la explicación porque realmente no están entendiendo.

Almorzar con otros representa una tristeza, porque mientras todos están comiendo ensaladas o sándwich, que rondan los $5 o $6, tu estas comiendo pan que hiciste en la casa o en el mejor de los casos pasta de microondas que compras por $1 en el supermercado.

Cuando te presentas como venezolano pueden ocurrir tres escenarios: primero te pueden preguntar “¿es verdad que no tienen papel toalet?”; segundo “pero ¿por qué se calan a ese gobierno?; y tercero hacen una expresión que va entre la tristeza y la preocupación.   

Cuando entregas la tarjeta para pagar en cualquier establecimiento sientes el mismo miedo que cuando vas caminando en el centro con un televisor en las manos. El cerebro funciona a una velocidad extraordinaria al pensar “¿y si se bloquea? ¿Y si no pasa? ¿cuánto me quedará después de esto?”…

Irse del país no es sencillo, te enfrentas constantemente a situaciones que solo le ocurren a los venezolanos, pero quedarse tampoco lo es. Para lo jóvenes esto llega a ser una decisión muy difícil porque realmente no sabemos que hacer con nuestro futuro, quedarnos y pasar trabajo aquí con nuestros amigos, familiares y miedo de salir a la calle o irnos y pasar trabajo afuera solos, pero con seguridad.


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