La Expresión del Teenager
Johanna Villasmil
@johavillasmil
Ser venezolano
no es tarea fácil, tienes que aguantar colas en el carro, en los supermercados
y hasta en el teatro; tienes un salario que solo te permite responder “gracias,
estoy es viendo”; tienes que realmente patear la calle para conseguir los
artículos que necesitas; entre muchas otras cosas que de escribirlas se me
acabarían los caracteres permitidos que se regulan porque tampoco hay papel.
Es por ello que
muchos venezolanos han tomado la decisión de irse, en busca de una mejor
calidad de vida o de experiencias y aprendizajes, como fue mi caso al irme
durante tres meses a realizar unas pasantías en la Organización de Estados
Americanos en Washington DC, Estados Unidos. Y la verdad es que ser un
venezolano en el exterior es igual de complicado que serlo en nuestra nación.
Viajar
siguiendo los lineamientos del Estado es caótico en todas sus fases, desde el
momento de buscar el pasaje hasta cuando realizas la declaración jurada al
cierre del mismo.
Si tienes la
suerte de conseguir un pasaje, después viene el despertarse a las 5 de la
mañana para ser el primero en la cola del banco, revisar veinte veces la
carpeta de cadivi para que cuando llegues al banco te des cuenta que algo se te
olvidó, correr a buscarlo para no perder la cola y volver para gastar todo el
día en ello.
Lo primero que
te enfrentas al salir del país es que nadie entiende lo que es cadivi, tratar
de explicarlo es tan complicado como hacer la perfecta creme brulee, y es aún
peor cuando intentas hacerlo en otro idioma. Los de otros países de
Latinoamérica te responden “en mi país tampoco podemos comprar todos los
dólares que queramos, solo mil diarios”, lo que te hace volver a la fase uno de
la explicación porque realmente no están entendiendo.
Almorzar con
otros representa una tristeza, porque mientras todos están comiendo ensaladas o
sándwich, que rondan los $5 o $6, tu estas comiendo pan que hiciste en la casa
o en el mejor de los casos pasta de microondas que compras por $1 en el
supermercado.
Cuando te
presentas como venezolano pueden ocurrir tres escenarios: primero te pueden
preguntar “¿es verdad que no tienen papel toalet?”; segundo “pero ¿por qué se
calan a ese gobierno?; y tercero hacen una expresión que va entre la tristeza y
la preocupación.
Cuando
entregas la tarjeta para pagar en cualquier establecimiento sientes el mismo
miedo que cuando vas caminando en el centro con un televisor en las manos. El
cerebro funciona a una velocidad extraordinaria al pensar “¿y si se bloquea? ¿Y
si no pasa? ¿cuánto me quedará después de esto?”…
Irse del país
no es sencillo, te enfrentas constantemente a situaciones que solo le ocurren a
los venezolanos, pero quedarse tampoco lo es. Para lo jóvenes esto llega a ser
una decisión muy difícil porque realmente no sabemos que hacer con nuestro
futuro, quedarnos y pasar trabajo aquí con nuestros amigos, familiares y miedo
de salir a la calle o irnos y pasar trabajo afuera solos, pero con seguridad.
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